Como vimos en la entrada anterior, nuestro modo de vida está destruyendo los ecosistemas a una velocidad tal, que estos son incapaces de recuperarse por sí mismos. Es decir, destruimos a mayor velocidad que creamos.
Nos proporcionan los recursos y materias primas que necesitamos para vivir y fabricar lo que consumimos: alimentos, energía, madera, agua...
Son necesarios para que los ciclos naturales continúen y que se produzcan de forma adecuada los procesos naturales: el ciclo del agua, la polinización de las plantas, la regeneración del aire...
Las consecuencias de la acción del ser humano son las siguientes:
Destrucción de los ecosistemas: talar árboles, desecar lagos, agujerear montañas... son acciones que se realizan para ganar terrenos de cultivo, construir carreteras u otras infraestructuras, edificar viviendas, obtener materias primas... Como consecuencia, los seres vivos que vivían en ese espacio son destruidos o desplazados de su ecosistema natural.
Pérdida de suelo: se refiere a la pérdida de suelo fértil, es decir, esa cada de materia orgánica en descomposición y tierra que cubre las rocas y permite que las plantas germinen. La pérdida de bosques o deforestación y de vegetación hace que esa capa sea más frágil porque no hay raíces que la sujeten y puede perderse con las lluvia, viento... Por otro lado, los cultivos intensivos hacen que el suelo se vuelva cada vez menos fértil y el uso de pesticidas y abonos químicos contamina el suelo y hace que las plantas mueran.
Extinción de las especies: como ya hemos hablado, si destruimos el biotopo de un ecosistema, los seres vivos que allí vivían desaparecen. A veces el ecosistema no se destruye por completo pero se reduce o modifica de tal modo que acaba por desaparecer. Es lo que está ocurriendo con los orangutanes de la isla de Borneo cuyo hábitat se está viendo reducido tanto que ya no tienen espacio ni comida suficiente. En otros casos, la sobreexplotación de los recursos naturales hace que desaparezca una especie determinada, por ejemplo, la pesca excesiva de las ballenas en el siglo XIX, hizo que desaparecieran por completo del mar Cantábrico. Hoy en día ocurre con especies más comunes como el atún. La sobreexplotación de los recursos también afecta a minerales, materias primas, combustibles fósiles...